miércoles, 22 de julio de 2015

Él y ella

Él y ella,
ella y él.
Eran dos personas bastantes distintas, pero iguales. Él era el mayor, su coraza indicaba que era fuerte, valiente, capaz de luchar contra la oscuridad que se cierne sobre este mundo. Ella, pequeña, parecía débil, que necesitaba ser protegida. Pero os diré un secreto, nada es lo que perece, y esto tampoco, ya que él era frágil, se quebraba facilmente, ella, en cambio, se sentía obligada a ser la fuerte, por él, por ella, por ellos. Se complementaban bastante bien, tenían gustos parecidos, y pequeñas casualidades ridículas que a ellos les parecían enormes, que el destino les indicaba que eran tal para cual. Y cuando la gente les veía de la mano, felices, riéndose... Pensaban igual.
Denominaban a su relación perfecta, a pesar de todas las grandes imperfecciones que tenía.
Era gracioso, cuando estaban en casa de él, y ella le descolocaba la habitación, al igual que la cabeza. Cuando la mandaba esconderse en el armario porque oía un ruido o cuando ponía música, cantaba y él se reía. Ambos sabían lo mal que cantaban los dos, pero cantaban juntos, y se volvía mágico. 
Cuando quedaban en la calle, y ella se ponía encima de él y le contaba historias sobre su futuro, su pequeño piso en la playa, sus dos hijos... ella tan imaginativa que se quería comer el mundo, siempre con él. Pero esas historias nunca terminaban porque él la callaba con un interminable beso.
A él le encantaba hacerla de rabiar, y hacer que saliera corriendo detrás suyo, hasta caerse al suelo de la risa, ella le mataba a cosquillas, él la mataba a besos.
Sus mil fotos, que las personas se morían de envidia al verlas.
Ella dispuesta a hacer todo por él.
Él dispuesto a hacer todo por ella.
Compartían cada detalle de sus absurdas vidas, siempre estaban ahí cuando el otro le necesitaba.
Pero llego un momento, ni ellos saben el porqué, en el que todo comenzó a cambiar. Antes habían tenido piques como todas las parejas, pero no habían llegado a una buena pelea, lo suyo era de ¿un pique? Al segundo ambos se disculpaban y se arreglaba.
Pero estas veces no era así, él se enfadaba, ella lloraba. Hasta que a ella le entró rabia y decidió dejar de disculparse, que lo hiciera él, comenzaba el orgullo.
Una vez, en uno de estos enfados, lo dejaron, dejaron todo atrás. Así, de repente.
Pero después, vino el error más grande. Al ver que se necesitaban, decidieron darse otra oportunidad. Pero joder, esa magia que les caracterizaba, ya no estaba, se había esfumado, estaban juntos porque se necesitaban, pero no eran felices, ninguno de los dos, peleas cada día, insultos, llantos, echar en cara... Paso un tiempo, a pesar de seguir juntos dejaron de hablarse, ella decidió ir a buscarle a casa, él justo volvía, pero, no la miro, la dejo, sola, llorando, en aquella acera. La dijo que le dejara, se lo suplicó, porque él no podía, la verdad es que ella tampoco. Pero entendieron, que juntos se mataban lentamente, y ya no a cosquillas o a besos. Y esta vez definitivamente, se dijeron adiós.
Él tenía un miedo tan inmenso de perderla de nuevo, que la perdió.
Y mientras él parece de nuevo feliz, rehaciendo su vida, con otras chicas, nuevas formas de vida.
Ella... Pues bueno ella, sigue diciendo adiós, porque no es capaz de estar sin él, aunque sea lo mejor.
Se alegra por el pero...
Se siente vacía.
Me siento vacía.